
Fluyendo hacia oportunidades: propuestas para territorios sensibles al clima
Autoría: María Eugenia Ibarrarán Viniegra
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¿Será que las situaciones que se presentan en torno al agua son reflejo de la relación lineal que tenemos con ella? ¿Sólo la vemos como algo que usamos y desechamos? Entonces, no es raro que solo se hable del agua en dos sentidos: lo que nos afecta su presencia y falta por fenómenos naturales o la actividad humana, y si tendremos agua en casa.
En la casa, los temas cotidianos son que el agua ya no llega como antes, que las cisternas ya no se llenan, la falta pozos y fuentes de abastecimiento, el acaparamiento y el desperdicio, las tuberías rotas, las omisiones de los encargados y la necesidad de organizarnos para exigir atención a la situación. Pareciera que nuestra relación con el agua en la ciudad se reduce a lo que sale de una llave, pero ¿qué tanto se incide en la recuperación de sus ciclos naturales y procesos que permitan tenerla en cantidad y calidad de manera segura? Hoy es urgente que las propuestas para el manejo del agua sean comprendidas por la población y co-creadas por y con las comunidades.
Según el reporte del Instituto Mexicano para la Competitividad de 2023, el consumo de agua por persona a nivel nacional es de 380 litros al día, lo que triplica la necesidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud de 100 litros diarios para consumo e higiene. El alto consumo se ve agravado por el desafío cambio climático. Por otra parte, la planificación urbana no sigue el ritmo del crecimiento de construcciones, dejando muchas zonas, principalmente periurbanas, en situación de riesgo ante eventos extremos como el aumento de calor y sequía, lluvia e inundaciones, sumado a las condiciones precarias de abasto y saneamiento de la poca agua que hay.
Las ciudades incrementan la escasez de agua
Adicionalmente, la urbanización ‘ideal’ ha llevado a la impermeabilización del suelo mediante la construcción de una variedad de edificaciones y calles. Esto altera el ciclo urbano del agua y reduce el buen funcionamiento de los procesos que la sostiene, traducido en pérdida de servicios ecosistémicos, riesgos por escorrentías, contaminación, así como el incremento de la temperatura en ciertas zonas en forma de islas de calor.
Parte de las causas y de las soluciones está en la infraestructura para enfrentar eventos hidrometeorológicos extremos y para gestionar el agua a distintas escalas. La infraestructura verde y azul, adoptada en varios lugares del mundo, mejora la gestión sostenible del agua y el suelo. También se han propuesto modelos de planificación y de diseño urbano que buscan emular las funciones de una esponja para gestionar el agua: este es el concepto de ‘ciudad esponja’, que discute P. Krieger.
El objetivo es recuperar el régimen hidrológico natural del territorio, que contrasta con el modelo tradicional de infraestructura gris y lineal (donde el agua entra y sale entubada) para acelerar la evacuación del agua a través de componentes impermeables. Según Krieger, la impermeabilización del suelo urbano reduce la infiltración del agua del 50% en entornos no urbanizados al 15%, y aumenta la escorrentía del 10% al 55%. La ‘ciudad esponja’, propone la absorción y retención del agua en sitio, la reutilización del agua, la maximización de la provisión de servicios ecosistémicos y la articulación de intervenciones con la cuenca hidrográfica junto con la participación de la comunidad.
Una opción, las ciudades sensibles al clima
Las ciudades que adoptan enfoques holísticos y sistémicos combinando infraestructura verde y azul con sistemas urbanos de drenaje sostenible son llamadas ‘ciudades sensibles al clima’, esto es, a condiciones asociadas al cambio climático. Los drenajes urbanos sostenibles buscan retener agua de lluvia el mayor tiempo posible en el punto de origen. Algunos ejemplos de ellas son los alcorques inundables, las cuencas de drenaje, sistemas de cunetas, pavimento permeable y humedales artificiales.
Las zonas periurbanas en México están obligadas a atender su sensibilidad al clima. Un ejemplo es la colonia Ampliación Valle del Paraíso, ubicada al sur de Puebla capital, que al estar en vías de regularización, carece de servicios públicos básicos. Es en lugares como este donde se pueden plantear nuevos esquemas para adaptar la infraestructura actual a una que sea resiliente al clima. En el hogar, se pueden aprovechar el uso circular del agua y los humedales verticales podrían ser una opción de saneamiento. Existen también alternativas para el equipamiento urbano a mayor escala.
Para lograrlo hay que diseñar y poner en marcha reglamentos, decretos, subsidios e incentivos capaces de materializar paradigmas que aporten a construir ciudades sensibles al clima.
Escrito en colaboración con: Ruth Mondragón