
Hagamos lío
Autoría: Alejandra Alpuche Vélez
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Con el reciente fallecimiento del Papa Francisco han surgido en diversos medios y canales el recuento de su vida, trayectoria y mensajes. Entre muchos ejemplos, uno que sobresale es la frase que compartía a los jóvenes durante la jornada mundial de la juventud en Río de Janeiro en el dos mil trece: “Hagan lío”, la cual era acompañaba con este otro mensaje: “Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir…”
Si se busca en el diccionario la palabra lío, esta significa: embrollo, barullo, desorden o caos, sin embargo, como bien señalaban los análisis de ese momento, esta invitación no pretendía motivar al desorden como tal, sino más bien a que los jóvenes se involucraran más en el cuestionamiento y comprensión de su entorno, para así actuar en consecuencia y transformarlo.
Independientemente de nuestras creencias, o de la opinión que pudiéramos tener sobre el papa y la iglesia católica, a once años de este discurso, la frase sigue siendo relevante, ya que si hacemos un análisis de lo que vivimos en este momento, podemos encontrar muchos ejemplos concretos que evidencian la necesidad de intervenir y hacer lío: el golpe de realidad recibido por el descubrimiento del Rancho Izaguirre y más recientemente por la muerte de la señora María del Carmen Morales (madre buscadora) y su hijo; la descomposición social que se agrava en Puebla bajo la inseguridad y el reciente hallazgo de cuerpos abandonados en la zona de los Fuertes; las próximas elecciones del poder judicial envueltas en un proceso complejo: números en lugar de personas, campañas sin campañas, muchas boletas, desconocimiento de puestos y funciones del poder judicial por la ciudadanía en general, etc.; aranceles y amenazas de aranceles que provocan incertidumbre para personas, empresas y estabilidad económica; falta de insumos médicos para atender a pacientes como el recién nacido con dificultades respiratorias que fue atendido con una botella de plástico en Tabasco; nueva balacera en una universidad de Florida; guerras en Gaza o Ucrania que parecen interminables; incendios como el de Libres o Altzayanca que impactan y reflejan el deterioro en nuestra casa común…
En fin, múltiples situaciones de injusticia y deshumanización, conocidas y desconocidas, que se viven diariamente y a las que lamentablemente nos hemos acostumbrado. En este sentido, ¿Qué demandan estas y otras realidades de las y los jóvenes?, ¿Qué exigen de las y los adultos?, ¿Qué reclaman de colegios, iglesia, empresas, gobierno y otras instituciones?, ¿Qué significa salir a la calle?
Hagamos lío
Las respuestas a estas preguntas serán diferentes para cada persona o institución, porque no se puede esperar lo mismo de un joven que de un adulto, o de la iglesia y las empresas, sin embargo, la invitación a hacer algo diferente para transformar la realidad debe ser clara y fuerte.
Este hacer diferente quizá tendrá que ver con informarse y buscar la verdad, tal vez implica modificar políticas o prácticas en la familia, escuela o trabajo con el fin de generar y garantizar condiciones justas para todos en el contexto en que cada uno se desenvuelva; probablemente signifique reunirse con otros para compartir la invitación, construir ideas y llevar a cabo acciones en comunidad, es decir, no hay una sola respuesta, ya que dependerá de tiempos, lugares y personas.
Aunado a lo anterior, este actuar diferente no implica que se deba atender a todo, al mismo tiempo, sino que requiere de un proceso serio de reflexión para salir de uno mismo al encuentro de otros y descubrir lo que le toca a cada uno desde su “trinchera”.
Por lo tanto, lo único que no se puede negar es la imperiosa necesidad de hacer lío, de salir de la pasividad y movernos ante estas llamadas de auxilio o de atención, porque la vida no se detiene, y los conflictos cuando son evadidos, en lugar de resolverse, solo crecen y se agravan, y es que, si no nos encargamos de la realidad, ésta terminará por cargarnos a nosotros.
¡Hagamos lío!