 
Tejer comunidad: el camino hacia la salud socioemocional en tiempos de crisis civilizatoria
Autoría: Ericka Ileana Escalante Izeta
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En medio de guerras, pandemias y múltiples formas de violencia —desde los hogares hasta las instituciones y gobiernos—, la salud socioemocional se vuelve una prioridad urgente. En este contexto de crisis civilizatoria, es necesario reflexionar sobre su significado y las formas de prevenir el deterioro emocional y relacional que afecta a millones de personas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona reconoce sus capacidades, enfrenta las tensiones normales de la vida, trabaja de manera productiva y contribuye a su comunidad. Dentro de este marco, las habilidades socioemocionales son fundamentales: permiten a los individuos desarrollarse de forma autónoma y en armonía con su entorno social.
En México, la Secretaría de Educación Pública (SEP) describe estas habilidades como capacidades humanas para comprender y gestionar las propias emociones, establecer relaciones empáticas, resolver conflictos y comunicarse de manera efectiva. Son herramientas esenciales para construir vínculos positivos y comunidades resilientes.
La llamada crisis civilizatoria se refiere al colapso del modelo de producción y consumo que sostiene la economía globalizada. Este modelo ha demostrado ser insostenible, agotando los recursos naturales y explotando a los seres humanos. Investigadores como Óscar Feo y Ana María Rodríguez, de FLACSO, advierten que esta crisis afecta la vida en su conjunto: altera ecosistemas, pone en riesgo la biodiversidad y rompe el equilibrio entre sociedad y naturaleza.
Frente a este panorama, diversas voces han propuesto mirar hacia las tradiciones de los pueblos originarios, quienes han mantenido una relación milenaria con la naturaleza y formas de organización comunitaria basadas en el respeto, la reciprocidad y el “Buen Vivir”, desde las llamadas pedagogías del sur.
La académica María Eugenia Sánchez, de la Universidad Iberoamericana Puebla, aporta una mirada crítica al hablar de los “desgarramientos civilizatorios”, rupturas profundas que afectan la subjetividad humana en contextos patriarcales y violentos. Sánchez propone abrir espacios interculturales de diálogo que permitan reconstruir el tejido social y transformar los modelos de consumo individualista, apostando por nuevas formas de convivencia.
En este marco, la psicología debe orientarse hacia lo social y comunitario, reconociendo que la colectividad es clave para fortalecer la salud socioemocional. Hoy más que nunca, es necesario volver la mirada hacia la comunidad como estrategia para fomentar la resiliencia colectiva.
Con esta visión, la Dra. Gabriela González y la Dra. Erika Escalante (ambas académicas de la Ibero Puebla) han iniciado un diagnóstico de salud socioemocional en el municipio de Zacatlán, Puebla, con el objetivo de construir una propuesta transdisciplinar que integre enfoques de género, derechos humanos y Buen Vivir. Esta iniciativa busca generar alternativas reales para enfrentar los desafíos emocionales y sociales que nos plantea el mundo actual.