
El segundo intento: las negociaciones entre Rusia y Ucrania
Autoría: María Elvia Lajia Moreno
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En la historia de las negociaciones políticas internacionales, existe una lógica de proceder establecida por los negociadores de la Unión Soviética durante la época de la Guerra Fría. Esta lógica, caracterizada por tácticas dilatorias, exigencias maximalistas y un uso estratégico de la negociación como herramienta de poder más que como un mecanismo de resolución de conflictos, parece seguir vigente y Moscú las continúa aplicando con habilidad en el contexto del conflicto con Ucrania.
Los intentos por alcanzar una salida negociada al conflicto entre Rusia y Ucrania comenzaron apenas unos días después del inicio de la invasión en febrero de 2022 durante una ronda de negociaciones celebrada en Turquía. Ambas partes presentaron propuestas que parecían representar un punto de partida para un posible acuerdo. Para Rusia, uno de los principales puntos de fricción era el posible ingreso de Ucrania a la OTAN, percibido como una amenaza a su seguridad nacional. Para Ucrania, por otro lado, la cuestión de Crimea —anexada por Rusia en 2014— seguía siendo un reclamo irrenunciable.
Las negociaciones, sin embargo, fracasaron. Posteriormente, comenzó a circular la versión de que fueron los países occidentales, particularmente el Reino Unido, quienes presionaron a Ucrania para evitar que hiciera concesiones. Según diversos reportes, el entonces primer ministro británico Boris Johnson habría alimentado la esperanza de Zelensky de que una victoria militar sobre Rusia era posible pues el apoyo militar, financiero y logístico por parte de Estados Unidos y sus aliados fortaleció la percepción del presidente ucraniano de que su país podía resistir —y eventualmente derrotar— al agresor en el campo de batalla.
Negociaciones entre Rusia y Ucrania
Sin embargo, después de más de tres años de guerra, la situación se ha estancado. Ninguna ofensiva ha logrado una ventaja decisiva. Aunado a esto, la reelección de Donald Trump marcó un punto de quiebre cuando en febrero de este año literalmente emboscó a Zelensky en la Casa Blanca, dejando en duda la vigencia del apoyo de Estados Unidos a Ucrania. Esta nueva realidad ha llevado a Kiev a considerar nuevamente la vía diplomática como una posible salida al conflicto.
A principios de este mes, se retomaron las conversaciones, otra vez en Turquía. No obstante, estas no han logrado avances sustanciales, principalmente por la imposibilidad de acordar un cese al fuego como condición previa. Las posiciones de ambas partes se han endurecido, y sus exigencias parecen, hoy por hoy, irreconciliables. Es en este contexto que resurgen las estrategias clásicas de la diplomacia soviética, ahora adaptadas por Rusia con el objetivo de evitar compromisos.
Entre las tácticas empleadas destacan las siguientes:
Envío de funcionarios de bajo rango: Mientras Zelensky ha solicitado una reunión directa con Putin, este se ha negado sistemáticamente. En su lugar, Rusia ha enviado a Vladimir Medinsky, un asesor sin rango formal dentro del gabinete y conocido por su papel de ideólogo que ha reescrito la historia para anular la identidad ucraniana. Este tipo de designación reduce la seriedad de la negociación, pues implica que el delegado ruso carece del poder de tomar decisiones trascendentales.
Exigencias desproporcionadas: Las demandas de Rusia incluyen el reconocimiento internacional de Crimea como parte de su territorio, la garantía de neutralidad permanente de Ucrania, la interrupción de la ayuda militar occidental y la retirada de las tropas ucranianas de territorios ocupados. Aceptar estas condiciones significaría, en la práctica, una rendición y una negación de la soberanía ucraniana.
Tácticas durante un conflicto
Presión psicológica: Rusia recurre a una narrativa que niega la existencia de una identidad nacional ucraniana y, en la mesa de negociaciones, refuerza esta presión al declarar su disposición de continuar la guerra durante años si es necesario, lo que transmite una imagen de fuerza y desgaste calculado.
Amenaza de ruptura del diálogo: Cuando las conversaciones no se alinean con sus objetivos, los negociadores rusos recurren a levantarse de la mesa. Aunque esta vez no lo han hecho, podría deberse a un cálculo político: Putin busca enviar señales de disposición negociadora a figuras como Donald Trump, quien ha presionado para alcanzar una solución política.
Este conjunto de estrategias revela una clara falta de voluntad por abordar las causas estructurales del conflicto dejando al menos en el corto plazo, no un acuerdo de paz sostenible, sino más bien un armisticio al estilo del que existe entre Corea del Norte y Corea del Sur: un alto al fuego sin tratado de paz, que congele el conflicto y deje latentes sus riesgos geopolíticos, humanos y económicos.