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La importancia de nunca dejar de aprender

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El aprendizaje continuo nos invita a mirar el mundo con nuevos ojos

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Si bien desde hace años se habla de entornos Volátiles, Inciertos, Complejos y Ambiguos (VUCA por sus siglas en inglés), es cierto que cada día estas características siguen creciendo hoy en día; futurólogos como Jamais Cascio afirman que este tipo de entornos donde nada es seguro, generan otros modelos que cargan con el caos de sus consecuencias: entornos quebradizos, ansiosos, no lineales e incomprensibles.

En medio de esta creciente complejidad, muchas personas viven en estado de alerta, lo que aumenta la reactividad e impide encontrar soluciones. Independientemente de cómo nombrar los tiempos que nos tocan vivir, lo cierto es que las problemáticas sociales, ambientales, políticas y económicas siguen creciendo sin muchas pistas de cómo o por dónde responder a ellas, el avance de la tecnología ha redefinido nuestra forma de trabajar, de comunicarnos y de vivir, acelerando todavía más los cambios en el mercado haciendo imposible para las organizaciones hacerles frente a la velocidad que requieren, generando así lo que Kotter llama el ‘problema del cambio’.

Ante este panorama, es fundamental recordar que toda crisis encierra también una posibilidad. El problema del cambio también es llamado la ‘solución del cambio’. Allí donde hay una brecha, hay también una oportunidad de crecimiento, de innovación y de transformación. Para estar a la altura de los desafíos actuales, la mejor herramienta que tenemos es la formación permanente, continua y a lo largo de toda la vida. No se trata únicamente de adquirir nuevos conocimientos, sino de fortalecer nuestras capacidades para volvernos más competentes, desarrollar una mirada crítica y compasiva, y responder con mayor conciencia y sensibilidad a los entornos que habitamos. ‘Porque formarse hoy es prepararse para cambiar el mañana’.

Posiblemente la habilidad más importante que podamos desarrollar no es la de cambio, adaptación, resiliencia o innovación, no porque no sean importantes y necesarias en el mundo de hoy (sin duda lo son), sino porque hay una capacidad previa a todas a ellas que es la de aprender a aprender. Para ello hay tres pilares fundamentales: el primero es tener una actitud de humildad y aceptar que no sabemos todo y que siempre podemos seguir mejorando como personas y como profesionistas, o bien, un sentido de aventura que nos permita embarcarnos en nuevos aprendizajes y áreas que nos saquen de nuestra zona de confort. El segundo, es encontrar espacios donde podamos hacer comunidad, lograr la construcción colectiva de saberes, espacios que nos inviten a abrirnos a nuevas perspectivas, a cuestionar lo establecido, a soñar en conjunto. Aprender en comunidad nos ayuda a enriquecer nuestras ideas, ampliar nuestra visión del mundo y fortalecer vínculos que nos sostienen en los procesos de cambio. Y tercero, encontrar aquello que apasiona, que despierta el interés de seguirse preparando, ya sea para la vida, para la carrera o que tenga un impacto en el mundo.

Ya sea que tu interés sea prepararte para la vida, para tu carrera, para tu futuro o el futuro de la humanidad, no basta con saber más, no basta con dedicar tiempo y esfuerzo a practicar y aplicar lo aprendido, no basta con acumular habilidades, hay que ser parte activa de la transformación. ¿Cómo? Haciendo el compromiso de llevar lo aprendido a tu ámbito personal, familiar, profesional y social.

El aprendizaje continuo nos invita a mirar el mundo con nuevos ojos, a comprender mejor las dinámicas que lo atraviesan, sin importar nuestra edad y sin importar la época, a encontrar dirección donde veíamos caos, a abrirnos a nuevas formas de pensar, de hacer y de ser.

Aprender nos ayuda a recuperar la capacidad de agencia, a generar soluciones y a reconectar con un propósito. Es vivir un proceso de búsqueda que nunca termina porque en el proceso conectamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestra humanidad.

Porque el conocimiento cuando se pone al servicio de la vida se convierte en una fuerza transformadora, una fuerza capaz de cuidar la vida, de construir el futuro y de mantenerse vivo, no olvidemos lo que diría Jorge Drexler, ‘si quieres que algo se muera, déjalo quieto’.

Publicado originalmente en Ambas Manos.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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