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Docente universitario
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Cinco consejos para iniciarse en la docencia universitaria

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No existen fórmulas para ejercer la docencia, pero sí principios orientadores que permiten transitar este camino con mayor consciencia y compromiso.

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Al caminar por los pasillos de la universidad es común escuchar diversas conversaciones que reflejan las experiencias de quienes ejercen la docencia. En días recientes llamó mi atención una expresión que resonó con fuerza: “Si me hubieran dicho todo el rollo de ser maestro, ¡ni me meto!” Esto me llevó a reflexionar: ¿qué me habría gustado saber antes de iniciarme en la docencia?

Después de más de treinta años dedicados a esta profesión, considero que existen al menos cinco aspectos fundamentales sobre los cuales me hubiera gustado tener mayor conciencia. Estas reflexiones, basadas tanto en la experiencia como en lo aprendido de diversos especialistas, constituyen una síntesis de los consejos que ofrecería a un profesor que inicia en la docencia.

1. La docencia implica facilitar el aprendizaje. Comprender cómo aprenden las personas, reconocer distintos estilos de aprendizaje y adaptar las estrategias de enseñanza resulta esencial para que los estudiantes construyan su propio conocimiento. Desarrollar esta competencia requiere formación pedagógica básica, así como una práctica reflexiva constante. Una estrategia útil consiste en llevar una bitácora docente para analizar qué funcionó y qué no en cada sesión. Además, promover el aprendizaje activo mediante metodologías como el aprendizaje basado en proyectos, casos o problemas, contribuye significativamente a la participación y autonomía del estudiante.

2. Planear con propósito. Esto implica definir objetivos claros, diseñar actividades coherentes con dichos objetivos y seleccionar estrategias de evaluación acordes. La planeación permite mantener coherencia entre lo que se enseña, cómo se enseña y cómo se evalúa. Resulta útil plantearse preguntas como: ¿qué quiero que mis estudiantes sean capaces de hacer al finalizar esta clase? Además, es conveniente realizar ajustes con base en la retroalimentación estudiantil.

3. Evaluar es más que calificar. La evaluación educativa debe entenderse como una herramienta para mejorar el aprendizaje, no solo como un medio para asignar una calificación. Es fundamental integrar distintos tipos de evaluación —diagnóstica, formativa y sumativa— y utilizarlas para retroalimentar a los estudiantes. El empleo de rúbricas ayuda a clarificar los criterios de desempeño esperados, mientras que los portafolios de evidencias permiten observar el progreso a lo largo del tiempo. Asimismo, ofrecer retroalimentación constructiva y diversificar las estrategias de evaluación (exámenes, proyectos, debates, autoevaluaciones y coevaluaciones) fortalece la autonomía del estudiante y la calidad del aprendizaje.

4. La relación humana es esencial. La empatía, la comunicación asertiva y la gestión del aula son habilidades cruciales. Escuchar activamente y motivar al estudiante resulta tan importante como dominar el contenido disciplinar. Es necesario desarrollar habilidades socioemocionales, establecer acuerdos de convivencia y promover un clima de respeto y tolerancia. Una comunicación clara sobre las expectativas, fechas y criterios de evaluación contribuye a generar un entorno de confianza y responsabilidad compartida.

5. La formación docente es un proceso continuo. La docencia implica mantener una actitud permanente de aprendizaje. La actualización pedagógica, el dominio de herramientas tecnológicas y la reflexión sistemática sobre la práctica son elementos indispensables para la mejora profesional. Participar en comunidades docentes, foros académicos, grupos de innovación educativa o seminarios de actualización favorece el intercambio de experiencias y la construcción colectiva de saberes. En la actualidad, las oportunidades de formación son numerosas: desde la autoformación mediante plataformas digitales hasta los programas institucionales de desarrollo docente.

No existen fórmulas para ejercer la docencia, pero sí principios orientadores que permiten transitar este camino con mayor consciencia y compromiso. Ser docente es un proceso de crecimiento personal y profesional que requiere pasión por enseñar, disposición para aprender y apertura al cambio. No radica únicamente en el dominio de una disciplina, sino en la capacidad de inspirar el deseo de aprender en otros. Asumir la docencia con esa visión transforma la labor educativa en una experiencia profundamente humana y trascendente.

Publicado originalmente en MTP Noticias.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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