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El futuro ya pasó: cómo enfrentamos el cambio climático desde lo local

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No estamos ante “desastres naturales”, estamos cosechando las decisiones que hemos tomado como sociedad ante el cambio climático

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Durante años, nos dijeron que el cambio climático era un problema del futuro. Hoy sabemos que esa narrativa fue un lujo que ya no podemos darnos. Lo que era advertencia ahora es realidad: incendios forestales más intensos, sequías prolongadas, lluvias que caen como cuchillos y desplazan comunidades enteras. La crisis climática ya no se asoma: nos atraviesa.

Puebla es ejemplo claro. Cada temporada de lluvias, la ciudad colapsa: colonias inundadas, autos flotando, negocios anegados, calles intransitables. Las pérdidas económicas suman millones y las afectaciones a las familias, aún más. ¿La causa? Una mezcla explosiva entre infraestructura deficiente, expansión urbana mal planeada y una preocupante falta de conciencia climática. No estamos ante “desastres naturales”: estamos cosechando las decisiones que hemos tomado como sociedad.

Pero si bien el panorama es preocupante, no está todo perdido. En varios territorios de México y América Latina, comunidades, gobiernos locales y colectivos han dejado de esperar soluciones desde arriba y han empezado a actuar desde lo cercano.

¿Cómo enfrentamos el cambio climático desde lo local?
Uno de los mejores ejemplos es el municipio de Pabellón de Arteaga, en Aguascalientes. Allí, la estrategia local de adaptación al cambio climático incluyó un diagnóstico participativo, reforestación con especies nativas, cosecha de agua pluvial y capacitación a productores para transitar hacia sistemas agroecológicos. Nada de megaproyectos: acciones concretas, viables, conectadas con la gente.

En Chiapas, comunidades tzeltales han recuperado sus sistemas tradicionales de manejo forestal, combinando conocimientos indígenas con monitoreo climático. Han logrado conservar sus bosques, captar carbono, mantener su soberanía alimentaria y reducir su vulnerabilidad frente a eventos extremos. Esto no es magia: es autonomía climática.

El cambio ya ocurrió
¿Qué nos enseñan estos casos? Que el cambio climático se enfrenta con datos, sí, pero también con organización comunitaria, visión de largo plazo y voluntad política. La academia tiene mucho que aportar, pero no desde la torre de marfil, sino desde el diálogo con quienes viven los impactos todos los días.

La urgencia no debe paralizarnos, sino empujarnos. Porque el cambio ya ocurrió. Lo que toca ahora es decidir si vamos a seguir reaccionando a destiempo o si nos vamos a anticipar con justicia, inteligencia y empatía. Lo global se juega en lo local, y lo local —cuando se hace bien— puede marcar la diferencia. 

Publicado originalmente en Ángulo 7.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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