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Mujer viendo una pintura
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Arte y conocimiento

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En la llamada sociedad del conocimiento, el caudal creado de ese rio, es ruido que confunde cacofónicamente

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Sería difícil no ver que epocalmente la lógica dopaminica que impera para atraer nuestra atención, juega un papel muy importante en el horizonte de significación personal y colectivo. La urgencia de obtener algún tipo de resultado inmediato determina estructuralmente nuestras formas sociales e institucionales, y para quienes impulsan una reflexión crítica que agriete esas dinámicas, el trabajo es doble, porque implica develar la trama en la que todos estamos inmersos y abrir horizontes de desaprendizaje para acceder a nuestra posibilidad creativa, es decir, abrir la posibilidad de reinventar las formas y sistemas imperantes.

Esto parece muy complicado porque no hay tiempo de la pausa dialógica con uno mismo o con otras personas, estamos inmersos en paradojas, como el hecho de que todos usamos alguna red social, pero no hay red entre nosotros. En este sentido, una tarea significativa tendría que reconocer y restituir las axiologías comunitarias en las que históricamente sabemos residen las lógicas de cuidado y supervivencia colectiva, pero con la impronta de que, en ellas, habrá que eliminar lo patriarcal y lo hegemónico.

Arte y conocimiento
Pero cómo abordar en ese horizonte fenómenos como la IA, que ejemplifican tácticas hegemónicas, que nos arrojan respuestas algorítmicas sin validación alguna y con el sesgo evidente de las grandes empresas que les median. Ante esto, la experiencia dialógica de pensar se ve en todo momento expuesta a los micrófonos abiertos de nuestros dispositivos, prestos a interrumpir y abrir su tiempo, para arrojar texto e interferir en el arte de pensar, en el arte de articular el propio diálogo interno, la propia duda e interpretación.  

Nick Land refería en su artículo Colapso, que “El conocimiento contribuye al desorden”, cosa que anota la saturación actual, y es reflejo de una posverdad algorítmica y abonada por capitales que desvanecen la posibilidad de experiencias para adentrarse a otras formas del tiempo y del conocimiento. La saturación no garantiza el discernimiento, refleja otro paradigma más, en la actualidad el silencio y la pausa, forman parte del rendimiento y la productividad, cosa que contrasta con aquella experiencia sensible que se abre con el arte, porque el arte no necesariamente se sujeta de un sentido.

Conocimientos inesperados
En el arte surgen la duda o la certeza, el dolor o la alegría, la incomodidad o empatía, lo terrorífico o lo bello, es decir que el arte nos hacer ver formas otras que no considerábamos, que no percibíamos. Por eso, es por lo que hace falta más arte en nuestras vidas, para acceder a conocimientos inesperados, que hackeen nuestras estructuras y posibiliten desaprendizajes que liberen nuestras posibilidades éticas, políticas y estéticas.  

De esta forma, el arte es un fenómeno que reivindica otra forma de acceso al conocimiento, con gramáticas y semánticas diferentes, ambas abiertas y flexibles, como el cauce de ese rio hegeliano en la que se puede percibir la posible poética de un espíritu epocal cambiante y siempre por descubrir en un caudal creativo transfronterizo, es decir, que trasciende lo disciplinar. En la llamada sociedad del conocimiento, el caudal creado de ese rio, es ruido que confunde cacofónicamente.

El arte crea realidad
Tendríamos que dar paso a esa lógica improvisatoria que refleje nuestra posibilidad creativa y nos dé claridades ante esa Hipnocracia planteada por Andrea Colamedici, que como dispositivo de manipulación se refleja en la interacción que estamos viviendo con esos “estados no ordinarios de conciencia”, desde la IA como experiencia práctica hipnocrática, que sumada a los habitus disciplinares, patriarcados y estructuras colonialistas, hacen que percibamos y creamos que es imposible transformar lo real, pero eso, es solo una apariencia, una  percepción alienada que no refleja nunca la posibilidad hermeneútica de nuestra especie.  

Colamedici hace referencia a la necesidad de crear “un tercer sujeto, más allá de mí y de la IA”, y eso refleja la transpolación del arte en su ejercicio filosófico, en una experiencia y conocimiento concreto, que pone la práctica artística en relación con lo que él llama un performance filosófico. Ejemplo de cómo el arte crea realidad, conocimiento. 

Publicado originalmente en Ángulo 7.
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Fotografía
Ramón Tecólt González

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