
Mujeres de los Andes
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Dicen que en los Andes la sabiduría no se aprende, se escucha. Se escucha en el viento, en las hojas de coca, en el silencio de las montañas. Pero sobre todo, se escucha en las voces de las mujeres que han sabido custodiar los saberes antiguos, aquellos que no caben en libros, pero que viven en los cuerpos, en los ciclos, en los rituales y en la conexión con la tierra.
Yomar Ferino Lanza, mujer medicina, es una conocedora profunda de la cosmovisión andina y guía espiritual. Llegó a este mundo marcada por el chimpu: esas señales misteriosas en su cuerpo que, en la cosmovisión andina, anuncian un destino ligado al camino espiritual.
“Desde pequeña mi madre me enseñó a saludar al Padre Sol, a respetar la casa, los alimentos, la tierra. Todo lo que nos rodea está vivo, todo merece respeto”, recuerda. Su primera guía fue su madre, la raíz de su entendimiento, pero luego ese saber ancestral floreció con los estudios de Teología y Filosofía Andina en la Universidad Tahuantinsuyu, ubicada en la ciudad de El Alto.
El camino espiritual que transita Yomar no está escrito en libros. Se transmite de generación en generación, de forma oral y, sobre todo, con el cuerpo. “Nuestros saberes están en los ciclos, en los rituales, en la conexión con la tierra. Nada está separado del todo, todo es uno”.

En la cosmovisión andina, el rol de la mujer va mucho más allá del hogar. En las comunidades, la organización se basa en el principio del chachawarmi, la complementariedad entre lo masculino y lo femenino. La mujer es autoridad, agricultora, partera, sanadora y guía espiritual.
“A diferencia de lo que sucede en muchas religiones, aquí la presencia de la mujer es imprescindible para realizar un ritual. Somos ciencia viva, porque nuestros saberes se basan también en la astronomía, en los ciclos de la tierra”: Yomar Ferino.
Una de las manifestaciones más poderosas de esta sabiduría ancestral reside en el ajayu, esa esencia que conocemos como alma espiritual. Cuando un ser experimenta un impacto emocional de gran magnitud — la pérdida de un ser querido, un susto que estremece el alma, una separación dolorosa — su ajayu puede quebrarse, extraviarse. Y son las mujeres guías, como tejedoras de almas, quienes tienen la labor de llamar de vuelta ese espíritu perdido.
Desde la profundidad de su linaje, Yomar comparte una particularidad ancestral: las mujeres de su familia nacen con cuatro pezones — no pechos, sino glándulas mamarias adicionales — que se considera como una señal ancestral manifestada en el cuerpo que representa la fertilidad y la capacidad para nutrir la vida en todas sus formas. Son reconocidas como dadoras de vida, cultivando la tierra y el espíritu de su comunidad.
Este saber no es cosa del pasado. Las mujeres andinas siguen sosteniendo a sus comunidades y a la economía del país desde la agricultura, el comercio independiente y la medicina natural. “Hoy las mujeres somos políticas, empresarias, comunicadoras. Pero nunca hemos dejado de lado la espiritualidad”, afirma Yomar con orgullo.
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