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Generación Z: la última insurgencia juvenil

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La marcha del 15N tuvo sus fallas, intromisiones y oportunismos políticos, pero el núcleo del mensaje no debe perderse

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Los jóvenes son el futuro. Una frase tan desgastada que ni siquiera amerita comillas. Se ha repetido hasta el delirio a través del tiempo por líderes sociales y políticos; muchas veces como un descargo de responsabilidades y no como una invitación a soñar en grande. También es una forma de desplazar a las juventudes de lo que ocurre en el ahora y de infantilizarlas, desacreditar sus reclamos y despojarlas de su derecho a un presente digno.

Cada cierto tiempo se observan pulsiones de juventudes que, organizadas o no, coinciden y se reconocen en el hartazgo por lo que ven, lo que sienten y lo que viven día a día y deciden hacer algo al respecto. A mediados de noviembre llegó a México una nueva expresión de esta ansiedad contenida: la marcha convocada por la Generación Z (con mayúscula), un colectivo que replicó el nombre e iconografía de un movimiento social de gran escala que ha encabezado la llamada “Primavera Asiática”.

El papel de los jóvenes en revueltas civiles ha sido clave en los últimos cinco años para la caída de los regímenes en Birmania, Sri Lanka, Bangladés, Corea del Sur, Mongolia, Tailandia y, el caso más reconocible, Nepal. En este último, la reacción juvenil ocurrió tras el bloqueo de más de una veintena de plataformas y redes sociales que se negaron a acatar los decretos regulatorios del gobierno. Frente a la censura masiva, la Generación Z reaccionó y fue clave para la dimisión del primer ministro Khadga Prasad Oli. Mientras tanto, Occidente observaba el minuto a minuto por TikTok y Discord.

Ahora bien, ¿quién es parte de la generación Z (con minúscula)? Depende de los criterios y el contexto. Una investigación para la Universidad Estatal de Milagro, Ecuador (2020) afirma que se trata de personas nacidas entre 1995 y 2015; otros estudios indican que su alcance llega hasta 2010. Para fines prácticos, diremos que en 2025 son generación Z desde quienes están en edad de estudiar la secundaria hasta quienes están buscando su primer empleo formal: adolescentes y adultos muy jóvenes.

Pese a que históricamente se ha subestimado la capacidad de agencia social y política de los jóvenes, hay razones para querer replicar las rebeliones de otras latitudes —como lo dejó ver, aunque pese, la marcha del 15 de noviembre—. La generación Z no conoce un México sin violencia: de acuerdo con el INEGI, de 1995 a 2024 se registraron 627,467 homicidios; el año con más incidencias fue 2020, incluso con la presencia militar en las calles y el encierro coronavírico.

A propósito de la COVID-19, el acceso a un sistema de salud óptimo ha sido truncado por la fragmentación de las dependencias públicas, el desabasto general de medicinas (15 millones de recetas sin surtir, según una investigación de Animal Político) y la falta de atención a la salud mental, la cual ocupa apenas el 1.6% del presupuesto federal, cuando la OMS recomienda que sea el 5%.

La economía tampoco ha sido benevolente. La generación Z nació justo cuando el sistema de pensiones pasó a depender totalmente de la capacidad de ahorro de los trabajadores. Quienes buscan empleos dignos deben enfrentarse a un mercado caracterizado por la informalidad (54.9% de la población ocupada), la alta rotación de personal (del 17%, según la AMEDIRH) y las jornadas laborales extenuantes: en 2024, los mexicanos trabajaron 2,193 horas, el índice más alto de la OCDE.

Por otro lado, la democracia les llegó con claroscuros. Cuando estos chicos nacieron ya existía el INE (antes IFE) y atestiguaron la caída del PRI, la “dictadura perfecta” que observó Mario Vargas Llosa. No obstante, les tocó recibir un país atravesado por 18 años de alternancias políticas, con un proyecto de nación de retóricas feroces y políticas de Estado que en muchos aspectos vulneran los derechos humanos.

Quizá por todo lo anterior se dice que las juventudes son el futuro: porque situarlas en el presente obligaría a hacerse cargo de ellas, escucharlas, velar por sus intereses y atender las causas estructurales de su angustia y rabia. En palabras del creador de contenido conocido como Cordura Radical, las juventudes de hoy ven [vemos] el futuro “no como una promesa, sino como una amenaza”.

Como nos ha enseñado la historia, ignorar, ningunear o subestimar a los jóvenes es un error con altos costos en todos los niveles. La marcha del 15N tuvo sus fallas, intromisiones y oportunismos políticos, pero el núcleo del mensaje no debe perderse: la Z no quiere que la dejen al final.

Publicado originalmente en Ambas Manos.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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