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Piña de agave mezcalero
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Mezcal produce cualquiera, pero conservar la biodiversidad no

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Estamos perdiendo nuestra biodiversidad a un ritmo alarmante por el cambio de uso de suelo para expandir ciudades y la agricultura intensiva.

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Cuando hablamos de biodiversidad, no solo nos referimos a cuántas especies de plantas o animales hay en un lugar. Estamos hablando de todo un entramado de vida que sostiene el funcionamiento de los ecosistemas. Los ecosistemas —bosques, selvas, desiertos, montañas, costas— no están ahí nada más para que se vean bonitos; son los que nos dan el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que cultivamos, las medicinas que usamos, los paisajes que nos dan identidad y hasta la materia prima con la que construimos nuestras casas. La biodiversidad no es un lujo, es una necesidad para la vida humana.

El problema es que estamos perdiendo esa biodiversidad a un ritmo alarmante. Las causas son varias, pero hay dos que destacan por encima de las demás: el cambio de uso de suelo para expandir ciudades y la agricultura intensiva. Cada vez que se tala un bosque para construir fraccionamientos o se desmonta una ladera para sembrar un solo cultivo en cientos de hectáreas, se empuja a muchas especies al borde del colapso. Se pierden no solo plantas o animales, sino también funciones ecológicas que mantenían equilibrados los ecosistemas: quién poliniza a quién, quién se come a quién, quién fertiliza el suelo, quién mantiene bajo control las poblaciones de insectos. Todo está conectado.

Ante este panorama, hay alternativas que buscan equilibrar producción y conservación. Una de ellas son los cultivos con manejo no intensivo, que proponen integrar árboles nativos, reducir el uso de fertilizantes sintéticos, plaguicidas y conservar la biodiversidad. Es decir, no se trata de dejar de producir, sino de hacerlo con respeto al entorno y los ritmos naturales. Un ejemplo muy interesante lo encontramos en algunas plantaciones de agave para la producción de mezcal, especialmente aquellas que optan por el policultivo, el bajo uso de plaguicidas y fertilizantes sintéticos, así como por reproducir agaves a partir de semillas. A diferencia de las plantaciones donde todos los agaves son clones y se siembran como si fueran lechugas, los cultivos de agave de baja intensidad permiten que los agaves florezcan, se reproduzcan naturalmente y sean polinizados por sus principales aliados: los murciélagos. Estos murciélagos nectarívoros, al alimentarse del néctar de las flores de agave, transportan polen de una planta a otra, manteniendo la diversidad genética de las poblaciones y asegurando su permanencia a largo plazo.

Un caso ejemplar de esta visión es el Proyecto LAM (Lorenzo Ángeles Mendoza), impulsado por la marca de mezcales Real Minero, de Santa María de Minas, Oaxaca. Este proyecto ha ido mucho más allá de solo producir mezcal. Han establecido un banco de semillas de diferentes especies de agaves de la región de los Valles Centrales, protegiendo así un patrimonio biológico y cultural invaluable. Además, están comprometidos con la educación ambiental. Un evento que destaca por su impacto es “La Noche de Murciélagos”, en el que este año tuve la oportunidad de participar con una plática sobre la diversidad de murciélagos polinizadores de agaves, acompañada de una demostración de algunas técnicas que usamos para estudiarlos. Lo más valioso de esa noche no fue solo compartir información, sino ver las reacciones de quienes asistieron. Algunos testimonios lo dicen todo:


— “No sabía la diferencia entre los diferentes tipos de murciélagos”
— “Aprendimos a cuidar nuestro entorno, la importancia de cada polinizador”
— “Datos técnicos que me interesaban mucho sobre los ecosistemas”
— “Aprendí que [los murciélagos] no sólo juegan un papel importante en la cadena alimenticia, como polinizadores, sino que son controladores de plagas, eficientes dispersores de semillas y su excremento (guano) es un fertilizante natural”
— “La importante pero delicada relación que existe entre los murciélagos, los agaves, nosotros, así como el resto del ecosistema en el que vivimos”

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Estos comentarios reflejan lo que muchos no saben: que la conservación no es solo para científicos o activistas, sino que nos involucra a todas y todos. Que detrás de cada sorbo de mezcal debería de haber una historia de respeto por la tierra, de ciencia, de tradición y de cuidado por los polinizadores nocturnos que hacen posible que los agaves florezcan.

Publicado originalmente en MTP Noticias.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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